La huella ecológica es un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos. Representa el área de tierra o agua ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) (e idealmente también el volumen de aire), necesarios para generar recursos y además para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida, de forma indefinida, La medida puede realizarse a muy diferentes escalas: individuo (la huella ecológica de una persona), poblaciones (la huella ecológica de una ciudad, de una región, de un país,...), comunidades (la huella ecológica de las sociedades agrícolas, de las sociedades industrializadas, etc). El objetivo fundamental de calcular las huellas ecológicas consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, compararlo con la biocapacidad del planeta. Consecuentemente es un indicador clave para la sostenibilidad.
La ventaja de medir la huella ecológica
para entender la apropiación humana está en aprovechar la habilidad para hacer
comparaciones. Es posible comparar, por ejemplo, las emisiones producidas al
transportar un bien en particular con la energía requerida para el producto
sobre la misma escala (hectáreas).
Al calcular la huella ecológica es
posible conocer la magnitud con que las actividades humanas contribuyen al
tamaño total. Es importante recordar que la huella ecológica se refiere, en
parte, a la superficie necesaria para absorber los residuos generados, es por
ello que la quema de combustibles fósiles figura como la actividad más significativa, tal y como
se muestra a continuación.
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47.5% Quema de Combustibles Fósiles
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22.0% Agricultura
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7.6% Madera, Pulpa y Papel.
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6.7% Pesca
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6.3% Ganadería
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3.6% Energía Nuclear
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3.6% Asentamientos Urbanos o ciudades
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2.7% Obtención de Leña